Bases fisiológicas y neurológicas del entrenamiento de fuerza
- Manuel Gomez
- 26 feb
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Actualizado: 27 feb
Introducción
El entrenamiento de fuerza es un componente fundamental del rendimiento deportivo, la rehabilitación y la salud en general. El desarrollo de la fuerza muscular está influenciado por una compleja interacción entre factores morfológicos y neurológicos.

Fisiológicamente, la hipertrofia muscular y los cambios en la rigidez musculotendinosa juegan un papel crucial, mientras que las adaptaciones neurológicas como el reclutamiento de unidades motoras, la codificación de frecuencia, la sincronización, la plasticidad cortical y la inhibición neuromuscular contribuyen significativamente a las ganancias de fuerza.
Comprender estos mecanismos proporciona información sobre cómo el entrenamiento de fuerza mejora el rendimiento humano y la resistencia física.
Adaptaciones fisiológicas o morfológicas en el entrenamiento de fuerza.
1. Hipertrofia muscular y arquitectura
La hipertrofia muscular, definida como un aumento en el área de sección transversal del músculo (CSA), es una de las principales adaptaciones al entrenamiento de resistencia. Un aumento en la CSA mejora la producción de fuerza debido a un mayor número de interacciones entre actina y miosina (Kawakami et al., 1993).
Las fibras musculares de tipo II muestran un mayor potencial hipertrófico que las fibras de tipo I debido a su mayor área de sección transversal y su capacidad para generar más fuerza (Tesch & Larsson, 1982).
Además, los cambios en la arquitectura muscular, como el aumento del ángulo de penación, permiten un mayor empaquetamiento de fibras musculares, mejorando la transmisión de fuerza.
Investigaciones han demostrado que los aumentos en la CSA representan aproximadamente el 50-60% de las mejoras en la producción de fuerza tras el entrenamiento de resistencia en individuos no entrenados (Narici et al., 1989). Sin embargo, en individuos entrenados, las adaptaciones neurológicas tienen una mayor contribución.
2. Rigidez musculotendinosa
La rigidez musculotendinosa se refiere a la capacidad de la unidad músculo-tendón para resistir la deformación cuando se aplica fuerza. Un aumento en la rigidez del tendón mejora la transmisión de fuerza y la tasa de desarrollo de la fuerza (RFD), lo cual es crucial para atletas de alto rendimiento (Bojsen-Møller et al., 2005).
Además, la proteína titina contribuye significativamente a la tensión pasiva dentro del sarcómero, influyendo en la elasticidad muscular y la generación de fuerza (Rode et al., 2009). Un aumento en la rigidez musculotendinosa a través del entrenamiento de resistencia pesado conduce a una producción de fuerza más eficiente, reduciendo el gasto energético durante el movimiento (Kubo et al., 2001).
Adaptaciones neurológicas en el entrenamiento de fuerza
1. Reclutamiento de unidades motoras

El principio del tamaño de Henneman establece que las unidades motoras (UM) se reclutan en un orden secuencial desde las fibras de tipo I de bajo umbral hasta las fibras de tipo II de alto umbral (Henneman et al., 1965). El entrenamiento de fuerza aumenta la capacidad de reclutar unidades motoras de alto umbral, lo que genera una mayor producción de fuerza (Van Cutsem et al., 1998). Estudios sugieren que el entrenamiento balístico y el entrenamiento de fuerza máxima reducen el umbral de activación de las fibras tipo II, haciéndolas más accesibles durante esfuerzos submáximos (Sale, 1988).
2. Codificación de frecuencia (frecuencia de disparo)
Una vez reclutada una unidad motora, la frecuencia con la que dispara potenciales de acción (codificación de frecuencia) determina su producción de fuerza. Investigaciones han demostrado que la producción de fuerza puede aumentar entre 300-1500% a medida que aumenta la frecuencia de disparo (Duchateau & Hainaut, 1990). El entrenamiento de fuerza mejora este mecanismo, permitiendo un desarrollo de fuerza más rápido y una mayor producción de potencia, particularmente en movimientos explosivos como el sprint y la halterofilia (Griffin & Cafarelli, 2005).
3. Sincronización de unidades motoras
La sincronización de unidades motoras se refiere a la activación simultánea de múltiples unidades motoras para generar una fuerza máxima. Aunque es un tema controvertido, algunos estudios sugieren que el entrenamiento de fuerza pesado mejora la sincronización, lo que lleva a un mayor desarrollo de la fuerza y la potencia máxima (Semmler & Nordstrom, 1998).
4. Plasticidad cortical y adaptaciones cerebrales
La corteza motora primaria desempeña un papel crucial en las contracciones musculares voluntarias. Se ha demostrado que el entrenamiento de fuerza mejora la excitabilidad corticospinal y la plasticidad de la corteza motora, lo que conduce a una mejor coordinación y producción de fuerza (Pearce et al., 2013). Además, el entrenamiento de fuerza reduce la inhibición intracortical, permitiendo una mayor activación de las neuronas motoras (Kidgell et al., 2017). Estos cambios neuronales son especialmente importantes para la adquisición de habilidades y la coordinación intra e intermuscular.
5. Inhibición neuromuscular
La inhibición neuromuscular es un mecanismo protector que limita la producción excesiva de fuerza para evitar lesiones. Sin embargo, el entrenamiento de resistencia reduce la retroalimentación inhibitoria de los órganos tendinosos de Golgi (GTO) y los husos musculares, permitiendo una mayor expresión de fuerza (Aagaard et al., 2000). Estudios indican que el entrenamiento de resistencia de alta intensidad puede reducir las vías inhibitorias, facilitando contracciones voluntarias máximas más fuertes (Gabriel et al., 2006).
Conclusión
El desarrollo de la fuerza muscular es un proceso multifacético influenciado tanto por adaptaciones fisiológicas (hipertrofia muscular, cambios arquitectónicos y rigidez musculotendinosa) como por mecanismos neurológicos (reclutamiento de unidades motoras, codificación de frecuencia, sincronización, plasticidad cortical e inhibición neuromuscular).
Para optimizar el rendimiento y la resistencia física, la fuerza debe entrenarse de manera equilibrada con objetivos tanto estructurales como neuronales.
Los objetivos estructurales permiten desarrollar músculos, tendones y ligamentos resistentes, esenciales para soportar las cargas del entrenamiento y la competición.
Por otro lado, los objetivos neurales, como la mejora de la coordinación inter e intramuscular, optimizan la eficiencia en los movimientos competitivos.
La combinación de estos enfoques garantiza atletas más fuertes, resilientes y preparados para afrontar las exigencias de su disciplina.
La investigación futura debe seguir explorando la integración de adaptaciones neurales y morfológicas para perfeccionar las metodologías de entrenamiento de la fuerza.
COACH MANU
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